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“CRISTALINOS TRAS LA MURALLA”

"Cuentan los mitos de los indígenas ijka que nosotros llamamos Arhuacos que en el comienzo el firmamento no proyectaba luz sobre la tierra y ellos vivían en oscuridad, hasta que una mujer tuvo un hijo hermosísimo que despedía resplandor por todo el cuerpo y tan grande era su fulgor que salía a través de de la rendija de la puerta. Como la madre no dejaba entrar a nadie a su casa por temor a que le robasen su hijo, la gente con flautas, caracoles marinos y tambores empezó a tocar una música armoniosa que la hizo salir de su escondite y quedar privada de todo sentido. En este momento  su hijo escapó y volando por los aires subió al cielo. En ese mismo momento se ilumino la tierra".

Al principio no entendí porque recordé esta leyenda cuando observé por primera vez las fotos de José Luis, pero una vez que miré, una por una, las fotos de esta exposición encontré la razón. Las prehistóricas  piedras diseminadas por la Sierra Nevada de Santa Marta y estos niños durmiendo apaciblemente sobre ellas tienen la luz y el resplandor del niño de la leyenda que iluminó la tierra. Ahora sé que José Luis vivió con ellos mucho tiempo aprendiendo su historia y compartiendo su vida cotidiana antes de atreverse a utilizar su cámara y es por eso que sus fotos tienen esa profundidad, esa belleza y esa luminosidad casi sagrada. El niño que mira sorprendido a la lente en donde también está la mano de su padre que sostiene el “poporo” donde se concentra el pensamiento masculino, las madres con sus mochilas que recogen también su pensamiento, los montes sagrados padres de la nieve, de la lluvia y del fuego, las lagunas sagradas que simbolizan antiguas vírgenes, esposas de "Mamas" principales y protectores de los caminantes.

Toda esta atmosfera mitológica esta ahí presente en las fotos de José Luis,  que nunca hubiera podido lograr si no se hubiera  acercado con humildad y con respeto a la cultura de nuestros "hermanos mayores" de la Sierra Nevada. Estas fotos, al igual que el niño del sol, iluminan este territorio ensombrecido hoy por el horror de la violencia.

Texto: Gloria Triana.Antropóloga,

documentalista y gestora cultural.

 

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